miércoles, mayo 07, 2008

El Mensaje



La señal me marcaba que tenía un nuevo mensaje en el contestador. Lo escuché. La noche no era ni la mejor ni la peor, pero el clima invernal le restaba algunos puntos y no era apta para esos espíritus sensibles que se dejan atormentar ante la caída temprana del sol. El mensaje de mi contestador era equivocado. No era para mi. Estaba a tono con esos espíritus sensibles. La voz era triste, de una mujer grande. Le contaba a una amiga las peripecias de un viaje problemático, del porqué no llegó hasta su casa a visitarla. Por un momento pensé que la mujer se iba a largar a llorar. No lo hizo. Estuvo a punto y se contuvo. También se me cruzó por la cabeza el rostro de esa mujer. Mi imaginación me sacó la lengua, me hizo un chiste. Ante mi se apareció la cara de Soledad Solari, el personaje de Antonio Gasalla. La mujer seguía hablando. El mensaje era largo Un viaje en colectivo, ataque de pánico y visita frustrada. Era un monólogo incómodo, desesperado, necesitado. Era la voz de la debilidad. Para colmo también se equivocó con el destinatario. No lo recibió la amiga, lo recibí yo, un testigo impotente de su angustia. ¿Cuánto le habrá servido hacer ese monólogo? ¿Cuánto se habrá descargado? Seguramente algo, por eso lo hizo. ¿Cuánto servirán estás líneas sin destinatario?