domingo, diciembre 21, 2008

Felicitaciones

¡Y un dia el tal Molina ganó las elecciones y fue Presidente de Racing! ¡Congratulations!

jueves, diciembre 18, 2008

Consejos de difusión ¡y grátis!


Para vos, incauto lector que vas por el mundo sin saber estas cosas fundamentales para la sociedad, te cuento que el próximo fin de semana hay elección de autoridades en el Racing Club de Avellaneda. ¡Paren las rotativas! Pero la verdad que esto como tema es muy poco interesante y este autor no tiene la más mínima gana de comentar algo asi…
Sin embargo, hay un componente que transforma en bizarro este tema y puede generar carcajadas, como lo hizo en mi. Me refiero concretamente a la forma (y/o canales, sabelotodos) de publicidad que han elegido esos casi neo apóstoles que van por la presidencia del club que mas hinchas a matado a lo largo de la historia a causa de disgustos. Aquí va una muestrita de lo que he visto en los últimos días.

*Un tal Rodolfo Molina puso semejantes cartelones en alguna esquina de la ciudad como la de Viamonte y Pueyrredón. En dicho cartelón se lo ve a este tío Molina con su mejor cara de justiciero y la leyenda “Los pibes no se venden”.
(PD: hay que avisarle a esa gente que coloca la publicidad que los que venimos por Viamonte quedamos con el cuello duro de mirar para arriba)

*Hoy a la mañana ví un afiche también de este tío Molina (de gran inversión publicitaria a esta altura) en la luneta de un taxi. Más escueto el mensaje, solamente un “Racing: Molina presidente”. (hasta creo me dieron ganar de tomar ese taxi o “molinamóvil”)

*Pero Molina no es el único, dejémoslo ya en paz. En un bar de la calle Tucumán, justo en una esquina, también hay pegado un importante afiche que dice “En Racing D´Aquila Presidente”. Y aparece la foto de este mono muy parecido al filósofo Alejandro Rozitchner. (voy a ir a comerme un tostado para preguntar porque no les gusta Molina)

*El tercer candidato del que tengo conocimiento de algún tipo de difusión es el ilustre calvo y ex presidente de ese club, Daniel Lalín. Un amigo me contó que este personaje hizo un spot donde se lo puede ver “cabeceando un redoblante y metiéndolo en el ángulo de un arco, ergo, gol”. Para los incautos: alguna vez (y esto es real) a Lalín le tiraron un redoblante por la cabeza y le magullaron un poco la pelada.

Algunas ideas que aporto desde mis vastos conocimientos comunicacionales para los candidatos. ¡Y lo hago grátis eh, por el bien de un club del que no soy hincha¡:

1) Que dejen un piloncito de volantes (hacer muchos por fotoduplicación) en los comercios del barrio.

2) Pedirle al diarero amigo que meta de queruza algún volantito adentro del diario del domingo

3) Arrojar volantes -los que queden, a esta altura- sobre el centro de la ciudad desde un helicóptero (esto requiere un fuerte inversionista)

4) Contratar cuatro o cinco muchachos que se disfracen de urnas con la casaca de Racing en esquinas claves de la ciudad. (si alguna vez se disfrazaron de empanadas tanto mejor, la experiencia siempre suma)

5) Sábado por la tarde a la hora de la siesta alquilar un rastrojero con un señor mayor con megáfono que vaya gritando… por ejemplo… la consigna de Molina: “Los pibeeeeesss no se veeeenden, ¡En Racing vote Molina presidente!

6) Hacer Spam por correo electrónico. No preocuparse si no se tienen listas de mails. Hay muchos “jorgeacadearrobahotmail”, etc

En fin, este es mi humilde aporte a la grandeza del fútbol argentino.

sábado, noviembre 08, 2008

La culpa siempre es de ellas


Efectivamente, la culpa de todo parece ser de las mujeres. Esta semana, según cita el diario El Cronista, se conoció un estudio realizado por la Superintendencia de las AFJP (SAFJP) sobre las causas que llevaron a la gente a optar por el régimen de jubilaciones privadas allá por la década del 90. Sorpresivamente, según revela el estudio, una de las causas más influyentes fueron las curvas de las promotoras a la hora de convencer a los trabajadores sobre la conveniencia de la opción privada. “El físico de las promotoras, junto a las estrategias publicitarias más ingeniosas, pesaron más en las decisiones que la buena inversión de los ahorros previsionales. Parece una broma pero fue así”, admitió, secándose la baba también, un funcionario de la SAFJP a ese diario.
En el otro polo, y para que no se me empiecen a enojar y fugar lectoras, les cuento que un neurocientífico argentino de la Universidad de Leicester, Inglaterra, bautizó con el nombre de Jennifer Aniston a un tipo de neurona que se comprobó se "activa o dispara" cuando pacientes epilépticos ven una de sus fotos. "Mostramos varias imágenes de famosos, animales y lugares a pacientes que no responden a la medicación y que son candidatos a cirugía de epilepsia. Así comprobamos que un tipo de neurona respondía muy fuerte cuando le mostrábamos a determinado paciente la fotografía de la actriz para después no responder más a fotos de otras personas", le aclaró el científico a la agencia DPA mientras también secaba su propia baba.
Un machista amigo mío concluyó, atendiendo al primer caso, que no le sorprende lo de las promotoras porque las mujeres suelen quedarse con nuestros ahorros… Yo, sin embargo, atendiendo al segundo caso, pienso que no me sorprende que una mujer nos quite todos los males…

martes, noviembre 04, 2008

La velocidad del curro


La lapicera, el dulce de leche, el colectivo, el alfajor Guaymallén, el gol de Maradona a los ingleses y el curro. Todos inventos de nuestra prolífica capacidad argentina de generar cosas y, por qué no, de estar a la vanguardia. De todos estos aportes a la humanidad hoy quería repasar el que menciono en un último lugar (no sé sinceramente porqué le di ese lugar). El curro.
Decir que el curro no tiene límites en Argentina es señalar algo tan obvio como que este blog no lo lee nadie. Igualmente no deja de sorprender la inventiva y la capacidad de reacción de nuestra gente ante los nuevos tiempos que siempre son casi avasallantes. A menos de diez días de la estatización de las jubilaciones hoy frente a mi ventana amaneció un pasacalles con la leyenda: “AFJP. Reclamos. Tel. XXXX-XXXX”. Esto significa que ya hay un ejército de abogados y gestores esperando deseosos una avalancha de reclamos judiciales por la medida. Todo sea por rascar un mango de donde sea.
Brindo por la rapidez de estos buitres ventajeros y por nuestro ser nacional, si es que existe.

sábado, noviembre 01, 2008

Un mundo Sprite


La mañana del jueves era la mejor del año. El sol estaba con todas sus ganas de compartir en soledad su espacio con un cielo celeste tan limpio que seguramente se había bañado para la ocasión. Nada de nubes, sólo ellos dos. Sol y cielo. (tienen nombre de mujer, recién me avivo) Y a mi esa intimidad que se profesaban me ponía de buen humor, más allá del calorcito que empezaba a hacer.
El bienestar de cuerpo y alma no me duró mucho. A bordo de una moderna y silenciosa unidad de la línea 44, llegando a la esquina de San Martín y Trelles lo vi. Un tremendo cartel de publicidad de Sprite con una de esas frasecitas que por lo general me causan gracia (más en la voz de Lanata).
Pero en esta oportunidad me pareció de mal gusto.
El afiche mostraba a una flaquita muy flaquita y bastante bonita, caminando con gesto inocente y chocándose un cucurucho de helado de frutilla en la frente. Gesto típico que simboliza idiotez muy bien utilizado por estos genios de la publicidad. Al costado, un poco más atrás, como viéndola pasar, estaba un flaquito con otro cucurucho en la mano y su peor gesto de quedar pasmado ante el paso de esta linda bobalicona. La frase que titulaba la publicidad decía un brutal “NO TE IMPORTA LO DE ADENTRO”, con el consabido remate ya clásico de “Las cosas como son”.
Y si las cosas son así, realmente son una mierda, Sprite.
En el colectivo, frente a mí, justo cara a cara, viajaba una chica obesa. Ella leyó el cartel casi al mismo tiempo que yo y nuestras miradas se cruzaron dos segundos. Ella bajó la vista.
Yo bajé la guardia…
¿Es realmente necesaria esa publicidad? La frase intenta ser graciosa y pasa a ser hiriente. Seguramente alguno me dirá que me hago el moralista y que yo también puesto a elegir me quedaría con la bobalicona y no con la obesa. Y no es así. En primer lugar porque no creo que la elección sea necesariamente esa. Tal vez no elija a ninguna de las dos. Pero lo de adentro si me importa y, por suerte, como a muchos.
Lo que realmente me duele de esa publicidad es la canchereada del mensaje. Es legitimar descaradamente la frivolidad. Es sacarle culpa al que piensa así porque socialmente está aceptada la supremacía de lo físico por sobre cualquier otra cosa. Es decirle a esa chica obesa que no tiene presente. Que todos en el mundo somos una lacra y que por eso mismo no nos importa su adentro y menos su afuera. Es decirle que no sueñe con una recuperación porque igual no vale la pena.
Tal vez Coca Cola no haga más que ser coherente con su forma de ver el mundo y de simbolizar este sistema.

miércoles, octubre 08, 2008

Luchas inútiles


Hay cosas contra las que definitivamente es inútil luchar y uno se ve y se siente como Cervantes al ver a su Don Quijote peleando contra molinos de viento. Con vergüenza propia y ajena, pero no sin admiración.
No se trata tanto ya de rivales y problemas imaginarios. Aunque si así lo fueran daría lo mismo. Problemas imaginarios o reales es sólo una clasificación subjetiva y, por lo tanto, antojadiza. Lo realmente importante es que parecen la única forma de hacernos caminar y de bullir la sangre. Por lo tanto no es vulgar reconocer que dan fortaleza, aunque ésta salga muy cara y la conclusión ésta mas parezca extraída de un libro berreta de autoayuda.
La fortaleza, mientras tanto, parece tener un par de misiones. La primera es hacernos mas resistentes, mas cascarudos. Es como tener un paraguitas. Lo que hoy es malo mañana puede ya no serlo tanto.
La segunda, es darnos la capacidad de ayudar. Lo interesante acá parece orientado a tender una mano al otro que está pasando por la misma situación. Por hacer la ruta que uno ya ha hecho.
Tal vez ésta segunda misión sea el centro de la existencia.

jueves, septiembre 18, 2008

Ella, él y ese


Parece que hay noches que están especialmente diseñadas para encontrarse con uno mismo. Basta hablar con ella, con él, con ellos, o con ellas para dar con la verdadera esencia de uno mismo. Una esencia que es más que pura mística o que una linda página de un libro. Es algo real que cuando lo percibimos nos da satisfacción aunque esa esencia nuestra no sea la que siempre soñamos. El hecho de haberla encontrado es en si una caricia en medio del frenesí. Está ahí, es ineludible como un destino y visceral como un rechazo profundo.
Todo eso había sentido y pensado él sin saberlo en la noche en que ella le contaba sobre su nuevo amor. Ese, tan diferente a él. Ella martillaba esa diferencia sin saberlo con cada palabra: ahora ese le devolvía las ganas de creer que la vida no es sólo un cúmulo de realidades que nadie quiere ver, que nadie quiere escuchar y de las que nadie quiere hablar. Ese es, justamente, tal diferente a él y a su mochila de palabras que no se callan y a sus acciones carentes de estrategias, muy urgentes y desgastantemente intensas. Ese es exactamente igual a todos y le encanta serlo, en eso se le va la vida. Es uno más que ha elegido el camino tradicional para llegar a ella, el del suspenso de novela romántica berreta, el de la mirada lejana, el del encuentro postergado, el del beso que se dilata, el de la mano que no toca, el del sexo que no se nombra y menos se hace, el de la boca de las palabras convencionales y cursis, conscientemente cursis.
Ella se había quedado con ese.
El se durmió aferrado a su esencia.

sábado, agosto 16, 2008

El Bar de Faryd


Nada mejor que la palabra parroquiano para describir a los habitantes del bar de Faryd. Ellos son pocos pero distintos y se las ingenian a toda hora para hacerse un lugar en la barra de esa esquina parisina del Arrodisement 11. El lugar es amplio y preparado para recibir a grandes cantidades de gente, que finalmente nunca llega. Todo parece quedar resumido en aquella barra donde desde muy temprano conviven las copas de cerveza, las aceitunas y el “café au lait” con crema con el infaltable ejemplar de L`Equipe.
Todo, bajo la atenta mirada de los botellones de Campari y Martini que llevan siglos sin tocarse. La misma suerte seguramente llevará la mini estatua de Zinedine Zidane que mira desde atrás con su pie congelado sobre la pelota.
En el bar de Faryd todos están contentos. La rubia que sirve el café saluda todas las mañanas con un sonoro “bonjour” asociado a una sonrisa devastadora. Quienes van llegando no se pierden ese espectáculo para arrancar el día recién ahí.
De golpe llega Faryd a los gritos y abriendo los brazos ampulosamente. Faryd es un tipo grueso y pelado que le encantan los extranjeros e intentar hablar con ellos su lengua aunque la conversación termine siendo tan agradable como infructuosa. Faryd es comprador y hospitalario y sabe que su forma de ser es, además, un buen negocio. No hay un extranjero que se pueda escapar de allí si lo que buscaba era un desayuno o una cerveza. El se las ingenia para que se quede y encima, vuelva.
Faryd es el jefe y se nota, aunque no por eso necesita romper el clima de esa burbuja con forma de bar. Para comprobarlo basta escuchar su voz potente cuando suena en la radio la versión francesa de “A mi manera”. Faryd es, precisamente a su manera, el párroco para los parroquianos de su bar.

jueves, junio 12, 2008

Se llama Madrid (I)


Madrid es una mina con mucho carácter y caderas a medida de mis manos. Al momento de conocernos me agarró con las defensas bajas, como les gusta hacer a las minas con carácter.
Aterricé en Barajas sin la expectativa que alguna vez imaginé que tendría el día que pisara por primera vez otro continente. Las horas de vuelo y la cadencia de la nada que contagian los aviones me hicieron blindar contra cualquier artilugio de la emoción.
Como bien corresponde a esta clase de mujeres me hizo saber vertiginosamente que conocería de movida lo peor de su carácter. A metros de la puerta del avión, en la manga del aeropuerto, un policía vestido para ir al Golfo Pérsico acompañado por un perro grande y deforme que olía y miraba de lejos me dieron una bienvenida extraña. El día nublado, seguramente, me hizo pensar que el perro olfateaba droga y el policía, necesidades. Una impresión similar me llevé minutos después en migraciones a partir del momento en que el cartelito amarillo me indicó que podía pasar por uno de los mostradores mezcla de caja de supermercado con una de banco y puesto de peaje. Elevado física y espiritualmente detrás del pequeño altar primermundista me esperaba un español medio, de ojos claros y el gesto típico de quien hace una tarea que le deja secuelas cuando vuelve rumbo a su casa. Cual ridículo juicio exprés tuve que “probar” que mi intención no era hacerme con el paraíso europeo sino todo lo contrario: dejarles mi modesto purgatorio mensual actual y de los próximos tres años en sus arcas turísticas para volver con el rabo entre las patas al Tercer Mundo.
Finalmente, vencido pero aliviado con su sello me abrió las puertas de España y de un continente.
Con ese primer contacto, Madrid, feliz de lograr sus objetivos, quería aún probarme un poco más para asegurarse de mis sentimientos.

miércoles, mayo 07, 2008

El Mensaje



La señal me marcaba que tenía un nuevo mensaje en el contestador. Lo escuché. La noche no era ni la mejor ni la peor, pero el clima invernal le restaba algunos puntos y no era apta para esos espíritus sensibles que se dejan atormentar ante la caída temprana del sol. El mensaje de mi contestador era equivocado. No era para mi. Estaba a tono con esos espíritus sensibles. La voz era triste, de una mujer grande. Le contaba a una amiga las peripecias de un viaje problemático, del porqué no llegó hasta su casa a visitarla. Por un momento pensé que la mujer se iba a largar a llorar. No lo hizo. Estuvo a punto y se contuvo. También se me cruzó por la cabeza el rostro de esa mujer. Mi imaginación me sacó la lengua, me hizo un chiste. Ante mi se apareció la cara de Soledad Solari, el personaje de Antonio Gasalla. La mujer seguía hablando. El mensaje era largo Un viaje en colectivo, ataque de pánico y visita frustrada. Era un monólogo incómodo, desesperado, necesitado. Era la voz de la debilidad. Para colmo también se equivocó con el destinatario. No lo recibió la amiga, lo recibí yo, un testigo impotente de su angustia. ¿Cuánto le habrá servido hacer ese monólogo? ¿Cuánto se habrá descargado? Seguramente algo, por eso lo hizo. ¿Cuánto servirán estás líneas sin destinatario?

domingo, abril 06, 2008

Lo que D´Elía nos dejó


Como últimamente estoy medio perezoso para escribir y algún que otro amigo pide que diga algo con respecto a todo este barullo del campo, es que voy a pegar unos parrafitos de una nota de opinión que salió hoy en La Nación. Está muy bueno encontrar el pensamiento de uno en las palabras del otro. ¡Y encima ahorra trabajo! ¡Chapeau!

Diego.


Lo que nos enseñó D´Elía

Por Ariel Armony
Director del Goldfarb Center, dentro del Colby College, en el área de estudios latinoamericanos


“…Hay que examinar las palabras de D’Elía con mucho cuidado. Su apelación a la violencia es inadmisible. No queda la menor duda. Nunca más deberíamos escuchar este tipo de desbordes, ya sea en los medios de comunicación masiva o en la intimidad del hogar. Pero una parte de las declaraciones de D’Elía, la que menor atención ha recibido, conlleva un significado muy importante. “Sépanlo de mi boca –dijo el ex funcionario–. Ustedes piensan que nosotros somos inmundicia, escoria, barbarie.” La dolorosa realidad es que D’Elía, cuando dice esto, tiene razón…”

“…La Argentina intenta seguir viviendo la ilusión de ser un país racialmente homogéneo, mayormente europeo y, por ende, blanco, donde la discriminación no existe. Es lamentable que los exabruptos de un individuo como D’Elía sean los que nos digan a los gritos que la Argentina no es ese país que muchos se emperran en seguir imaginando.
De la crueldad de los chistes (“¿Cuánto tarda una boliviana en sacar la basura? Nueve meses”) a la crueldad de la arquitectura (el baño de la “habitación de servicio” que no tiene conexión de agua caliente). De las pésimas escuelas en innumerables pueblitos del país a los colegios privados que piden una “foto familiar” como parte del proceso de admisión. Del apartheid en los ascensores de cientos de edificios al valor casi inexistente de la dignidad de una niña violada en una provincia del Noroeste. Esta es la realidad que subyace al comentario “nosotros somos inmundicia, escoria, barbarie”….”

“…Sin embargo, no puedo creer que una persona con un mínimo de dignidad y contacto con la realidad pueda dudar de que la Argentina es un país en el que las divisiones entre “blancos” y “negros” (por más difícil que sea distinguir a veces entre unos y otros) son reales y tangibles…”

“…Nos guste o no, Luis D’Elía es parte de quienes somos. Es parte de la Argentina. Como tantos otros matones asociados a la política, representa a un país que continúa resolviendo las diferencias por medio de la violencia, la agresión y las amenazas…”

jueves, febrero 28, 2008

Ese final


No le quedaba más remedio que caminar para sacarse ese estado desagradable que tenía en todo su ser. Los árboles de Parque Rivadavia lo vieron pasar y hasta parecieron respetar las cavilaciones en que iba inmerso. Si alguien le hubiera preguntado en ese momento que sentía, casi con seguridad que como respuesta se hubiera llevado nada más que una mueca de esa cara inexpresiva. No había palabras, no había formas de explicar aquel desconcierto en el que se hallaba sumido. Sólo sabía, y esto lo tenía bien en claro, que acababa de escuchar el final de una historia que resultó ni buena ni mala, la conclusión de un cuento que merecía un final redondamente feliz o, en el peor de los casos, haberse encontrado de frente con la palpable rugosidad de los acontecimientos maltrechos. Nada de esto pasó. Sólo escuchó un final. Por esa misma razón no tenía bronca, dolor ni amargura. Muchos menos felicidad. Ningún sentimiento de esos que son comunes a todos cabía en su cuerpo. Ese vacío era mucho peor que cualquier herida.

lunes, febrero 11, 2008

Ratones en el colectivo


Subió al colectivo como si nada en el mundo importara más que eso que llevaba entre las manos. Haciendo un equilibrio bastante aprendido por la práctica misma, logró concentrar sus movimientos en sacar el boleto frente a la máquina. Una tarea nada sencilla si se tiene en cuenta que lo que llevaba entre las manos era una cuadrada caja de vidrio con dos revoltosos hamsters adentro y la maniobra propiamente dicha le exigía, además, una pericia importante por los sangoloteos epilépticos de un colectivo que nada tenía que respetar sobre las siete de la mañana del verano porteño.
Ella, que no era vistosa, pero si muy segura, tomó el boleto y caminó por el pasillo con aire triunfal, con el papelito metido entre los labios y en sus cejas el gesto desafiante que avalaba esa poco común tarea de trasladar ratones en un transporte público, a primera hora del día, y sin en el menor recaudo para ocultarlo de la inquisidora mirada de todos y de la posibilidad, siempre latente, de que alguna vieja con el día avinagrado o el espíritu irreparablemente jodido, le pidiera al chofer que bajara de la unidad a semejante demostración de mal gusto metido en aserrín.
Ella, sabiendo que su misión estaba cumplida, se sentó en un asiento de la fila de dos y dejó reposar, ahora si, la caja sobre su regazo. Los hamsters, intuyendo algo, supongo, se perseguían nerviosos uno al otro, ignorando la rueda metálica que en otras horas les serviría de esparcimiento y actividad física.
Todos, absolutamente todos los que estábamos ahí, perdimos noción del tiempo y el espacio durante los minutos que duró ese modesto espectáculo. Todos, también, nos dimos cuenta de que envidiábamos la actitud de ella. Y algo peor, al menos por una ráfaga de segundos todos tuvimos ganas de ser la vieja del espíritu irreparablemente jodido.

domingo, enero 27, 2008

No apto para románticos

A continuación posteo algunos párrafos, para mi salientes, de un artículo publicado en el diario El País de Madrid, firmado por el catedrático Florencio Jiménez Burillo, quien dicta clases de Psicología Social en la Universidad Complutense de Madrid. En él hace un repaso a algunos conceptos científicos vertidos por las ciencias sociales y biológicas sobre el amor. Es interesante leerlo completamente, aunque aquí va una selección de los temas que trata. Los subtítulos de los párrafos son míos.

La elección de la pareja: Un gran mercado:“Frente a toda la ilusión de libertad -y no sé si de dignidad también-, hay que decir inmediatamente que, sociológicamente hablando, no se puede afirmar sin más pruebas aquello de que el amor es ciego y no conoce barreras, etcétera. Sin recaer en determinismos simplistas, es indudable la existencia de unos procesos sociales, de los que probablemente no son conscientes en su totalidad muchos protagonistas, que condicionan y restringen en gran medida el universo de elecciones posibles.”

Así las cosas, es generalmente aceptado que el enamoramiento se rige por reglas de intercambio. Las personas eligen a otras con las que, en términos probabilísticos, tienen mayor oportunidad de interactuar por estar presentes en su entorno habitual, con aproximado estado social, educación, etcétera. Asimismo, y como cristalización comportamental del sistema de valores -la sociobiología habla de ventajas adaptativas-, los individuos intercambian en el mercado del amor sus propios recursos -en la mujer valen más, aún, las acciones de la belleza física, y en el hombre, poder, estado o inteligencia-.

Relaciones frívolas, pero estables:
Amor pragmático, utilitario, que trueca estado por belleza o seguridad por fidelidad y en el que los celos, si aparecen, encubren la violación de un trato o lesionan intereses invertidos. Hay que puntualizar que, contra lo que pudiera pensarse, algunos datos empíricos disponibles permiten vaticinar la relativa solidez de este tipo de relación -así funcionan muchos matrimonios por computadora-, ya que los estudios sobre satisfacción matrimonial revelan que la equivalencia y/o complementariedad en ciertas características fundamentales de la pareja es un importante factor de estabilidad.

Primero la cama, ¿después el amor?:
Así, por ejemplo, una serie de estudios realízados en distintos países, en los que el amor romántico es el motivo declarado para el matrimonio, ha vinculado estrechamente tal síndrome con la activación sexual de las personas. De esta manera, el deseo sexual aparece como la base en la que se apoya la superestructura sentimental. En síntesis, la teoría sostiene que existirá amor romántico siempre que las personas se activen intensamente desde el punto de vista fisiológico y que ciertas claves ambientales -situacionales- indiquen que ese amor apasionado es la etiqueta apropiada para sus ardientes ernociones.

PD del autor del blog: No se asusten. El propio autor reconoce que el problema de la ciencia son precisamente las generalizaciones sobre este tema.

jueves, enero 24, 2008

Preguntas al azar: I

¿Por qué cuando Mauricio Macri tiene que dar un anuncio poco simpático lo hace al lado de Gabriela Michetti?

miércoles, enero 16, 2008

Miedo a volar: Parte II


En el estado de tensión descripto anteriormente, que ni Dashiel Hammett lograría describir con tanta precisión, nos elevan a las alturas. Primero a una “alturita”, para después sentir como si nos tiraran de todos los pelos a la vez (del cuerpo, todos) hacia arriba. Y uno piensa: ¡este tipo nos va a sacar de la tierra misma, carajo! (carajeo bastante en momentos feos). Para todo esto ya tenemos los oídos tapados y en mi caso particular comienza la música del “slup”, que es la onomatopeya más acorde que encontré para describir el sonido que me domina de ahí en más. “Slup” y “pluc, pluc, pluc”, con alternativas destapaciones y vuelta a taparse de mis oídos. Esa particular banda sonora es que la me acompañará durante todo momento en ese transito sobre la misma nada que es el volar.
Por la salud visual de los lectores, y la mía a nivel mental, voy a dejar para otro momento la descripción de esas tragedias griegas que son las turbulencias y los pozos de aire.
A modo de conclusión de estas dos partes sólo me queda una certeza: que la gente aplaude en los aterrizajes para canalizar el pánico, porque nunca vi, por ejemplo, que se aplauda a un panadero porque le salieron ricas las medialunas.

martes, enero 15, 2008

Miedo a volar: Parte I


Si tuviera que clasificar mi costado más frágil les diría que hay cosas que me dan miedo, otras tantas que me dan pánico y muchas más que me causan inseguridad. Esta que les voy a contar, a riesgo de que se retuerzan de risa frente a la PC, me causa todo eso junto y me golpea literalmente en cuerpo y alma. Señoras y señores, a pocos meses de tomar un vuelo transatlántico les confieso que…le tengo pánico a volar!!!
No será la primera vez que me trepe a un avión y sigo sin entender aún hoy como hay gente que dice disfrutar de semejante contrasentido humano, como es esto de moverse a diez mil metros de altura, donde ni siquiera hay algo tan básico como el oxigeno. Esta gente me inspira dos posibles explicaciones: 1) Se quieren convencer por la fuerza para amortiguar el impacto que les produciría darse cuenta realmente de lo que significa estar allí arriba y 2) Mienten. Están tan asustados como yo pero eligen ser más elegantes.
Cuando digo que me pega en cuerpo y alma no les miento. Lo siento en el cuerpo, al principio en la espalda y rodillas por el poco espacio que hay entre los asientos. En clase económica uno viaja casi en cuclillas y se siente como los paracaidistas de la Segunda Guerra Mundial. Luego viene el despegue. ¿Alguien conoce un silencio que transmita más tensión que el que tienen todos los pasajeros y la tripulación en un despegue?
Previo a esto, azafatas con gesto de enfermeras, nos hacen un repaso de las posibles tragedias que nos pueden acontecer durante el vuelo: una asfixiante despresurización, que para eso están las máscaras. Unas cuantas salidas de emergencia, por si el destino es tan generoso de permitirnos fugar (rara vez ví tal posibilidad) Y unos simpáticos salvavidas que tienen varios piolines ideales para situaciones extremas y manos con pulso de cirujano. Estos, claro está, serán de gran utilidad en caso de que caigamos alegremente al mar a compartir un rato de nuestras infortunadas vidas con las especies allí reinantes, que se me ocurren bastante menos sociables que en los platos en que estamos acostumbrados a verlas.
Con semejante catálogo de posibles desgracias –y se me olvidan seguramente otras- no hay optimismo ni paz de espíritu que aguante.