domingo, enero 27, 2008

No apto para románticos

A continuación posteo algunos párrafos, para mi salientes, de un artículo publicado en el diario El País de Madrid, firmado por el catedrático Florencio Jiménez Burillo, quien dicta clases de Psicología Social en la Universidad Complutense de Madrid. En él hace un repaso a algunos conceptos científicos vertidos por las ciencias sociales y biológicas sobre el amor. Es interesante leerlo completamente, aunque aquí va una selección de los temas que trata. Los subtítulos de los párrafos son míos.

La elección de la pareja: Un gran mercado:“Frente a toda la ilusión de libertad -y no sé si de dignidad también-, hay que decir inmediatamente que, sociológicamente hablando, no se puede afirmar sin más pruebas aquello de que el amor es ciego y no conoce barreras, etcétera. Sin recaer en determinismos simplistas, es indudable la existencia de unos procesos sociales, de los que probablemente no son conscientes en su totalidad muchos protagonistas, que condicionan y restringen en gran medida el universo de elecciones posibles.”

Así las cosas, es generalmente aceptado que el enamoramiento se rige por reglas de intercambio. Las personas eligen a otras con las que, en términos probabilísticos, tienen mayor oportunidad de interactuar por estar presentes en su entorno habitual, con aproximado estado social, educación, etcétera. Asimismo, y como cristalización comportamental del sistema de valores -la sociobiología habla de ventajas adaptativas-, los individuos intercambian en el mercado del amor sus propios recursos -en la mujer valen más, aún, las acciones de la belleza física, y en el hombre, poder, estado o inteligencia-.

Relaciones frívolas, pero estables:
Amor pragmático, utilitario, que trueca estado por belleza o seguridad por fidelidad y en el que los celos, si aparecen, encubren la violación de un trato o lesionan intereses invertidos. Hay que puntualizar que, contra lo que pudiera pensarse, algunos datos empíricos disponibles permiten vaticinar la relativa solidez de este tipo de relación -así funcionan muchos matrimonios por computadora-, ya que los estudios sobre satisfacción matrimonial revelan que la equivalencia y/o complementariedad en ciertas características fundamentales de la pareja es un importante factor de estabilidad.

Primero la cama, ¿después el amor?:
Así, por ejemplo, una serie de estudios realízados en distintos países, en los que el amor romántico es el motivo declarado para el matrimonio, ha vinculado estrechamente tal síndrome con la activación sexual de las personas. De esta manera, el deseo sexual aparece como la base en la que se apoya la superestructura sentimental. En síntesis, la teoría sostiene que existirá amor romántico siempre que las personas se activen intensamente desde el punto de vista fisiológico y que ciertas claves ambientales -situacionales- indiquen que ese amor apasionado es la etiqueta apropiada para sus ardientes ernociones.

PD del autor del blog: No se asusten. El propio autor reconoce que el problema de la ciencia son precisamente las generalizaciones sobre este tema.

jueves, enero 24, 2008

Preguntas al azar: I

¿Por qué cuando Mauricio Macri tiene que dar un anuncio poco simpático lo hace al lado de Gabriela Michetti?

miércoles, enero 16, 2008

Miedo a volar: Parte II


En el estado de tensión descripto anteriormente, que ni Dashiel Hammett lograría describir con tanta precisión, nos elevan a las alturas. Primero a una “alturita”, para después sentir como si nos tiraran de todos los pelos a la vez (del cuerpo, todos) hacia arriba. Y uno piensa: ¡este tipo nos va a sacar de la tierra misma, carajo! (carajeo bastante en momentos feos). Para todo esto ya tenemos los oídos tapados y en mi caso particular comienza la música del “slup”, que es la onomatopeya más acorde que encontré para describir el sonido que me domina de ahí en más. “Slup” y “pluc, pluc, pluc”, con alternativas destapaciones y vuelta a taparse de mis oídos. Esa particular banda sonora es que la me acompañará durante todo momento en ese transito sobre la misma nada que es el volar.
Por la salud visual de los lectores, y la mía a nivel mental, voy a dejar para otro momento la descripción de esas tragedias griegas que son las turbulencias y los pozos de aire.
A modo de conclusión de estas dos partes sólo me queda una certeza: que la gente aplaude en los aterrizajes para canalizar el pánico, porque nunca vi, por ejemplo, que se aplauda a un panadero porque le salieron ricas las medialunas.

martes, enero 15, 2008

Miedo a volar: Parte I


Si tuviera que clasificar mi costado más frágil les diría que hay cosas que me dan miedo, otras tantas que me dan pánico y muchas más que me causan inseguridad. Esta que les voy a contar, a riesgo de que se retuerzan de risa frente a la PC, me causa todo eso junto y me golpea literalmente en cuerpo y alma. Señoras y señores, a pocos meses de tomar un vuelo transatlántico les confieso que…le tengo pánico a volar!!!
No será la primera vez que me trepe a un avión y sigo sin entender aún hoy como hay gente que dice disfrutar de semejante contrasentido humano, como es esto de moverse a diez mil metros de altura, donde ni siquiera hay algo tan básico como el oxigeno. Esta gente me inspira dos posibles explicaciones: 1) Se quieren convencer por la fuerza para amortiguar el impacto que les produciría darse cuenta realmente de lo que significa estar allí arriba y 2) Mienten. Están tan asustados como yo pero eligen ser más elegantes.
Cuando digo que me pega en cuerpo y alma no les miento. Lo siento en el cuerpo, al principio en la espalda y rodillas por el poco espacio que hay entre los asientos. En clase económica uno viaja casi en cuclillas y se siente como los paracaidistas de la Segunda Guerra Mundial. Luego viene el despegue. ¿Alguien conoce un silencio que transmita más tensión que el que tienen todos los pasajeros y la tripulación en un despegue?
Previo a esto, azafatas con gesto de enfermeras, nos hacen un repaso de las posibles tragedias que nos pueden acontecer durante el vuelo: una asfixiante despresurización, que para eso están las máscaras. Unas cuantas salidas de emergencia, por si el destino es tan generoso de permitirnos fugar (rara vez ví tal posibilidad) Y unos simpáticos salvavidas que tienen varios piolines ideales para situaciones extremas y manos con pulso de cirujano. Estos, claro está, serán de gran utilidad en caso de que caigamos alegremente al mar a compartir un rato de nuestras infortunadas vidas con las especies allí reinantes, que se me ocurren bastante menos sociables que en los platos en que estamos acostumbrados a verlas.
Con semejante catálogo de posibles desgracias –y se me olvidan seguramente otras- no hay optimismo ni paz de espíritu que aguante.