viernes, enero 01, 2010

Memorias de la Crisis del 29 (o el año del crack… interior)


2010. ¿2010? Esperá. 20 + 10 = 30. ¡Este año que se inicia me hará cumplir 30 años! ¡Carajo!
Sin embargo, por aterrador que parezca ese número, no es lo peor. Lo peor, sin lugar a dudas, son éstos 29 y su caótica manera de prepararte para una nueva década –infame- de vida.
Estos 29 son el limbo por definición. Ya el mundo no te considera dentro de los veintitantos y vos tampoco te arriesgás a asumirte dentro de la nueva década por el respaldo que te da la obvia razón de que aún no cumpliste los 30.

¿Fuera del mercado?

El cuerpo cambia: Ir a comprar ropa a los 29 es una aventura. La escala de colores que usás se va acortando cada vez más y parece que no hay nada hecho para vos. No te da ponerte esa remera que ya te parece adolescente ni tampoco esa chomba que usa tu tío panzón. Encima el 70 % de la ropa que ves en una vidriera te empieza a parecer medio gay. Sin contar la cara de desconcierto de la vendedora que no sabe que ofrecerte, (aunque en verdad creo que nunca supo…)
El pelo –o la falta de èl- ya dejó de ser una amenaza latente para convertirse en un flagelo omnipresente. Hace rato que perdiste, según la cuenta de Oscar de la Hoya; y si no lo compraste, por lo menos agarraste en el supermercado el Capilatis de ortiga para chusmear la etiqueta. Encima Caruso Lombardi e Islas se te cagan de risa desde los colectivos.
Es que físicamente es como volver a tener 13 años, cuando ya no eras un niño ni tampoco un jóven. Ahora ya no sos un pendejo, pero tampoco un viejo. Los 29 son un oximoron sin salida.
Por ejemplo: a esta altura la vida por un lado te premia: ya te refinaste un poco en los gustos: no sos aquel animalito tomador de Cindor. Sabés que te gusta el buen vino, una cerveza artesanal y también sabés cual es el trago de tu vida. Disfrutás como un enfermo una buena picada con amigos. Conocés en que restaurant está la posta y más de una vez te encontraste en la cocina pergeñando alguna comida. Todo eso, lamentablemente, tiene un costo altísimo: se paga con una panza tragicómica que te gana la batalla siempre que intentas bajarla.

Las relaciones humanas: una bisagra.

Los Amigos: Como en una guerra perdida, donde sólo resta ir contando la cantidad de bajas, vas contando la pérdida de amigos a manos de la realidad misma. El que no se casó y tiene hijos, por lo menos tiene una novia tan absorbente como todo lo anterior junto. Ya no hay salidas solos ni borracheras ni desmedidos elogios de culos femeninos. Mucho menos eructos proverbiales. Ahora hay reuniones en casas con tópicos que van desde Ricardo Fort hasta la valija de Antonini Wilson.
Es que todos cambiamos. Los sábados para el de 29 ya son un desafío entre dos posturas internas bien radicales: por un lado las ganas locas de salir a bailar y joder y, por el otro, la paja que te deja toda la semana de laburo que te postra en el sillón para ver esa película que hace unos años nos verías ni en pedo o la última temporada de Lost (que hace unos años tampoco verías ni en pedo). Sin ir más lejos, puedo afirmar, no sin pudor, que una simple lluvia o su amenaza de tormenta pueden tirar una salida a la mierda.

Los estudios: Quien a los 29 también curse una carrera universitaria se encontrará con el fenómeno de que su profesora de turno puede ser una pendeja tres o cuatro años menor, que aparte de ruborizarte un poco al seguir sus directivas, pensás que está muy para darle y no descartás encararla. Algo similar ocurre con la profe que antes veías como una incomible cuarentona y hoy también llegás a la conclusión de que está muy para darle y tampoco aquí descartás encararla.
Mientras tanto, tus compañeros de la facultad tienen lo que uno alguna vez tuvo: 21 y 22 años. Y a cada rato, camuflados de chistosos, te hacen sentir el abuelito de Heidi.

El trabajo: En el trabajo te podés encontrar un panorama similar. Me compadezco de quienes tengan un jefe menor (aquí también aplica el caso de las profes si son del sexo opuesto).
Deslizar un CV se puede convertir en la experiencia más angustiante de tu existencia. Para el mercado laboral a tu vida útil le queda poca cuerda. Donde dice 29 ya leen 30 los muy enfermos.

Tus padres: pasan a ser una experiencia, como la panza, tragicómica. Por los conflictos entre ellos y con vos mismo, te hacen recibír de mediador y hacés a la fuerza un curso de diplomacia que te deja en condiciones de solucionar todos los conflictos de Medio Oriente sin disparar un solo tiro. Además de impulsarte sin querer a la práctica del yoga o al liso y llano consumo de estupefacientes.
Si aún vivís con ellos, ya te miran queriendo que levantes campamento. Con la misma, cuando deslizás algún aire de independencia lo toman como un acto de intolerancia hacia ellos, bien personal.
Si te vas de tu casa habrás ganado en libertad. Si ahora mantenés vos solo una casa, habrás perdido los medios económicos para vivir realmente esa libertad.

Las conversaciones: A esta edad tampoco son fáciles las charlas. Si hablás de política con los mayores son un boludo que aun no maduró ni vivió lo suficiente como para tener una opinión acabada. Y si hablás con alguien menor… bueno, directamente no podés hablar con alguien menor de política. Con el fútbol pasa algo similar: con los mayores es una lucha porque no viste ni al Beto Alonso ni a la Máquina. Y con los menores ya te convertiste en un viejo por vivir hablando del River de Francéscoli, Salas y Crespo.

Las mujeres: A los 29 es en este punto donde emergen con mas fuerza las presiones de los 30. Si no estás casado y con hijos… pues ya deberías… Y si ya los tenés… ¡para que te cagaste la vida tan joven!
Si sos soltero y tenés novia, te compadezco porque tenés los huevos por las rodillas de las presiones para que te cases de una buena vez: propias, (porque ya es hora, no) de tu novia y de las familias de ambos, que, además de una fiesta, ya quieren cantar las hurras de misión cumplida.
Si sos soltero y no tenés novia, agarrate. A tus flamantes 29 el mundo piensa que sos gay o, en el mejor de los casos un neurótico irredimible camino de solteròn. Es fija que las novias de tus amigos intentarán engramparte alguna de sus amigas. De no obtener resultados en un corto plazo ellas concluirán que no tenés arreglo y que vas en una carrera loca camino de la soltería eterna.
En cuanto a gustos, a las minas menores que vos, les parecés grande. A las mayores, chico. De las menores desconfiás por la inestabilidad propia de los veintipico. De las mayores también: si está sola y tiene mas de 30 o es una orquesta sinfónica de neurosis o está loca por atraparte corrida por su reloj biológico. O todo eso junto. Con las menores te aburrís por la supuesta falta de profundidad. Con las mayores también, por un exceso de profundidad. Las menores que vos tienen todo durito, pero no lo saben usar. Las mayores lo saben usar, pero ya no tienen todo durito. Y asi.

A los 29 los dichos populares también ya comienzan a sonarte menos como lugares comunes y entrás a pensar que esa catarata de frases hechas y vulgares tienen algo de verdad. De allí que ahora pensás que “cada crisis puede significar una oportunidad de exploración”.
Bienvenido entonces el 20+10. Bienvenida la tercera década.

FELIZ 2010 PARA TODOS!