jueves, septiembre 18, 2008

Ella, él y ese


Parece que hay noches que están especialmente diseñadas para encontrarse con uno mismo. Basta hablar con ella, con él, con ellos, o con ellas para dar con la verdadera esencia de uno mismo. Una esencia que es más que pura mística o que una linda página de un libro. Es algo real que cuando lo percibimos nos da satisfacción aunque esa esencia nuestra no sea la que siempre soñamos. El hecho de haberla encontrado es en si una caricia en medio del frenesí. Está ahí, es ineludible como un destino y visceral como un rechazo profundo.
Todo eso había sentido y pensado él sin saberlo en la noche en que ella le contaba sobre su nuevo amor. Ese, tan diferente a él. Ella martillaba esa diferencia sin saberlo con cada palabra: ahora ese le devolvía las ganas de creer que la vida no es sólo un cúmulo de realidades que nadie quiere ver, que nadie quiere escuchar y de las que nadie quiere hablar. Ese es, justamente, tal diferente a él y a su mochila de palabras que no se callan y a sus acciones carentes de estrategias, muy urgentes y desgastantemente intensas. Ese es exactamente igual a todos y le encanta serlo, en eso se le va la vida. Es uno más que ha elegido el camino tradicional para llegar a ella, el del suspenso de novela romántica berreta, el de la mirada lejana, el del encuentro postergado, el del beso que se dilata, el de la mano que no toca, el del sexo que no se nombra y menos se hace, el de la boca de las palabras convencionales y cursis, conscientemente cursis.
Ella se había quedado con ese.
El se durmió aferrado a su esencia.