sábado, agosto 16, 2008

El Bar de Faryd


Nada mejor que la palabra parroquiano para describir a los habitantes del bar de Faryd. Ellos son pocos pero distintos y se las ingenian a toda hora para hacerse un lugar en la barra de esa esquina parisina del Arrodisement 11. El lugar es amplio y preparado para recibir a grandes cantidades de gente, que finalmente nunca llega. Todo parece quedar resumido en aquella barra donde desde muy temprano conviven las copas de cerveza, las aceitunas y el “café au lait” con crema con el infaltable ejemplar de L`Equipe.
Todo, bajo la atenta mirada de los botellones de Campari y Martini que llevan siglos sin tocarse. La misma suerte seguramente llevará la mini estatua de Zinedine Zidane que mira desde atrás con su pie congelado sobre la pelota.
En el bar de Faryd todos están contentos. La rubia que sirve el café saluda todas las mañanas con un sonoro “bonjour” asociado a una sonrisa devastadora. Quienes van llegando no se pierden ese espectáculo para arrancar el día recién ahí.
De golpe llega Faryd a los gritos y abriendo los brazos ampulosamente. Faryd es un tipo grueso y pelado que le encantan los extranjeros e intentar hablar con ellos su lengua aunque la conversación termine siendo tan agradable como infructuosa. Faryd es comprador y hospitalario y sabe que su forma de ser es, además, un buen negocio. No hay un extranjero que se pueda escapar de allí si lo que buscaba era un desayuno o una cerveza. El se las ingenia para que se quede y encima, vuelva.
Faryd es el jefe y se nota, aunque no por eso necesita romper el clima de esa burbuja con forma de bar. Para comprobarlo basta escuchar su voz potente cuando suena en la radio la versión francesa de “A mi manera”. Faryd es, precisamente a su manera, el párroco para los parroquianos de su bar.