martes, noviembre 24, 2009

Dame fuego

Como artista, Sandro nunca fue de mi agrado. Es más, al estar escribiendo estas líneas no deja de sorprenderme el hecho de que sea, por lo menos, el motor de estas, mis palabras.
Sin embargo, debo reconocer que su caso –su trasplante- me encuentra más que interesado por estas horas. Detengo mi atención en los partes médicos y no deja de alegrarme su evolución.
Como contraste, me encuentro con gente a la que le molesta la exposición del caso y no son pocos los que desconfían –deporte argento- de la aparición de los órganos que finalmente le trasplantaron.
Mi análisis –o emoción- va un poco más allá. Lejos de molestarme la exposición del caso, la celebro. Como también celebro que se sume en estas horas la difusión de la gran evolución de Pilar Chávez, la chica de 19 años que el fin de semana pasado recibió su segundo trasplante de hígado. Los medios, en estos casos, están jugando una labor importante: difunden historias de vida. Difunden historias de trasplantes. Difunden, con sus intereses y errores, historias esperanzadoras y de conciencia.
Los que critican la exposición mediática interesada (lo hacen sólo porque es Sandro, esgrimen) tal vez tengan razón en ese punto, pero no deja de ser una mirada sesgada. Los medios siguen su lógica comercial, le dan una cobertura mayor al caso por tratarse de una personalidad pública.
Quienes reparan en esto, debieran analizar también que mucha otra gente(fans o no) han conocido detalles de la situación de la donación de órganos en la Argentina que tal vez no hubieran conocido de otra manera. Aquí se mostraron en detalle operativos, esperas interminables, agonías, cansancios, esperanzas, temores, mezquindades, altruismos… Y sumado al paralelo caso de Pilar hicieron esta semana un combo formador de conciencia muy interesante.
Aquí el fin, buscado o no, justificó a los medios.

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