miércoles, agosto 30, 2006

Belo Horizonte


Belo Horizonte tiene su propio reloj y vive en un mundo aparte. La noche es más noche sobre la Olegario Maciel, donde el silencio teje su complicidad con los borrachos inmersos en el calor que se combate guerreramente a fuerza de cerveza y pinga. Una radio va y viene a duras penas con algún lamento al ritmo del sertanejo. Todo parece preparado por vaya a saber quién para acentuar las más profundas necesidades de quienes se pelean, gritan y tiran botellas allá abajo, a dos cuadras de la Terminal. Mientras, los taxistas hacen fila, se bajan, conversan, esperan, como si la noche presentara su certificado de defunción en esa cuadra. Y puede que así sea.
Más allá de Praça Sete de Setembro, en Savassi, el calor se funde en calidez. Sin grandes aspavientos, pero segura, la ciudad se las ingenia para dibujarte una mueca de conformidad, nunca equivalente al conformismo. Es así su noche de sincera, linda, que deja de recuerdo una buena dosis de ensoñación.
El día mineiro, más astuto, me revela un lugar distinto en cada esquina.

1 comentario:

Favlo dijo...

Me encantó el texto. Nada más ni menos se puede decir.