jueves, julio 13, 2006

El Plan

Aquellas gotas antojadizas que caían sobre su cabeza (porque nunca usaba paraguas) mientras esperaba el colectivo eran mucho más que la despedida del otoño. Santiago estaba seguro de que simbolizaban el comienzo de una nueva etapa en su vida y de alguna forma se sentía conforme con ese destino que intuía le tocaba y sonrió con algo de satisfacción rebelde. Minutos atrás, en la confitería de Alberdi y Rivadavia, Ana Laura, con mas despecho que inteligencia, y haciendo tropezar lo que pensaba con lo que decía como siempre que se ponía nerviosa, le había explicado que ya no lo necesitaba más en su vida y que, si alguna vez tuvieron algo, ya se había evaporado. Ese final a él no le molestaba porque nunca la había querido como pensaba que una relación sería demandaba. Unos besos con los ojos casi abiertos y algunas charlas interesantes habían sido suficientes para estar juntos todo ese tiempo. Lo aceptó sin discutir, reacción que la sorprendió, y sintió que era el último empujón que necesitaba para tomar la decisión. Ahora sí era libre para ejecutar su plan tal como lo había pensado o, tal vez, soñado.

Diego.

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